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Mostrando entradas de marzo, 2015

iii

Me encuentro constantemente atrapada en tu heterología. "¿Quién eres?", me preguntas, como preguntándote a ti mismo. Y yo, que sólo soy —a duras penas— niego lo que me queda: silencio. Me desencuentro constantemente en conferencias distendidas. Sabiendo que sé, ya no preguntas.

Sin título

Extraño esos días nocturnos, quererte con incertidumbre, exaltarte a ciegas. Aunque sé que no habrá más secretos entre nuestros silencios, hay algo en tu arrepentimiento que se transparenta en las comisuras de cada sonrisa tuya. Vuelvo dormida a ofrecerme como envase, vierto mi pasado en tinta En lo que desconozco, te encuentro. Pero dentro, sé que siempre ha sido demasiado tarde. 22 03 15

ii

Para leer un poema, habrá que renunciar a mirarle, a entenderle, a tenerle siquiera. El poema de tibio humo debe leerse en sueños, nunca directamente. Habrá que dejarse anestesiar, como las plegarias hacen con la fe. El poema se inhala, se hilvana en su reflejo.  Para hacer un poema, habrá que volverse polvo de lágrimas. El poema, como el amor, debe hacerse intensamente y de a poco; Dejar que orne en tus deseos su delicada filigrana.  Volver tranquilamente la vista del poema, que cuando no lo sea más, nacerá en vestigio de sílabas.

i

Silencio de tormentas, de suspiros inacabados; la muerte tuya. Aladas, las últimas palabras se piensan, se repiten, se abandonan. Al alba, aún, las últimas palabras —las de siempre— fallecen sin ser pronunciadas.